Por fin, Lidia, consiguió las vacaciones. Ahora, toca saber donde vamos. En Agosto, todo vale el doble y la cosa no está para gastar. Un compañero, le habla de una ruta de varios días que hizo por Asturias. Y allá vamos.
Salimos el Domingo de Madrid, para ir a Fuente De, inicio de la ruta. Llegamos por la tarde y empezamos a buscar alojamiento. Decidimos ir al camping. Un tipo muy curioso, mezcla de hippy años 60 y Gandalf rodeado de oscuridad y una música tétrica, nos atiende y nos da una parcelita muy íntima y tranquila.
Por la tarde, fuimos a ver el teleférico.
La cumbre, está llena de nubes y las cestitas, aparecen y desaparecen entre las nubes como si fuesen directas al cielo.
Al día siguiente, madrugamos para coger el primer teleférico que sale a las 9:00. Por supuesto, fracasamos porque el pan también salia a las 9:00 y no había previsión de encontrar ningún restaurante en el camino. Nuestro destino, es el Refugio del Naranjo.
Recogemos todo y ya desayunados y con pan, vamos al teleférico, donde empezará nuestra ruta. La niebla ha desaparecido y luce el sol.
Tenemos suerte, pensamos, pero cuando llegamos arriba, vemos que no hay ni un sólo árbol. Jornada calurosa.
Echamos a andar por una pista, que parece la Gran Vía (de ancha y de transitada) hacia los Horcados Rojos. Pronto, la via, se estrecha y se empina, cambiando la textura del terreno, de pista de tierra fina y lisa a sendero de piedras.
Cuando llegamos a la Torre Horcados Rojos, el paisaje es impresionante. Delante, está el Naranjo y las Hoyas. Detras, el valle por el que venimos y el refugio Verónica. Un refugio, que es como un iglú de metal que brilla con el sol.
Ahora, hay que bajar por un barranco hacia el refugio. Después de explorar el terreno en busca de la continuación del camino. Nos indican el lugar en el que han puesto un cable de acero para que la gente pueda pasar. Preguntando a los "paisanos", nos dicen que el cable, es no es necesario, que ellos lo han hecho sin él. Un vez llegados allí, es cierto que se puede hacer sin cable, pero es bastante mejor y seguro usarlo.
Cuando llegamos abajo, el paisaje, es desolador. Se ve una tierra lisa que cae hacia un agujero sin nada de vegetación, abrasada por el hielo y la nieve. Es como cruzar un desierto. Es el Hou Los Boches. Seguimos caminado con el Naranjo siempre delante y nos encontramos con el Hou Sin Tierre. Atravesando la Hoya, nos encontramos con otro caminante que va solo. Nos indica que el refugio, está a 10 minutos. Pronto (pasados 10 minutos), nos daremos cuenta de que la medida del tiempo en esos montes no es la misma, y menos cuando caminas solo.
Largo rato después de pasar la Hoya, aun no se ve el refugio. Parece que está más alejado de lo que nos indicaron. Pero sabemos que vamos en la dirección correcta porque el Pico, siempre está ahí.
Por fin, despues de andar un rato más, se le ve a lo lejos. Está debajo del Naranjo. Es curioso. De lejos, el Naranjo, se ve como un pico más. Pero cuando le ves comparado con el refugio. Este, se convierte en un punto debajo de una roca gigantesca. Da la sensación, de que si vuelca la piedra, lo va a aplastar como una hormiga.
Comenzamos a andar otra vez y ahora que se ve el refugio, parece que desaparece el cansancio y que la mochila no pesa. Bajamos hasta él bastante deprisa. Aun así, los 10 minutos que nos marcó el caminante, se han convertido en media hora larga. Llegamos aproximadamente a las 4 de la tarde. Nos apuntamos y comimos. Nos lavamos como pudimos en una pileta de lavar la ropa. Después salimos a la calle a contemplar las impresionantes vistas que desde allí se divisaban.
Al principio, estuvimos tumbados tomando el sol y relajando nuestros cansados pies y hombros. Cuando el sol desaparece, llega la hora de la cena. Cena en una tabla larga con un perolo de sopa a repartir y una bandeja de espaguetis con tortilla de patatas (y algo más), también a repartir. De postre una especie de natilla. Volvimos a salir a la calle y ahora el sol acababa de poner. Estabamos por encima de las nubes. Se veía como un mar de algodón y algunos pico sobresalían. Daban ganas de ir a tirarse encima.
Nos tocó dormir en cama corrida. Menos mal que había poca gente. Esto, nos dió un plus de intimidad. Enfrente, unos escaladores franceses que debían ser alguien, porque todo el mundo los saludaba. Los apodamos los osos y no era por el pelo... Por lo menos, no roncaron.
A la mañana siguiente, etapa Naranjo-Bulnes. Primero, hay que evaluar si vamos por el canal de Camburero (camino original hasta Bulnes) por la izquierda o por el collado de Pandébano (ruta abierta para que los turistas pudiesen llegar al Naranjo) por la derecha. Decidimos ir por el camino fácil aunque sea más largo. Por la derecha.
Bajamos por un pedregoso camino y que después, se convierte en un cómodo sendero que va bordeando las laderas de la montaña.
Es curioso observar como los madrileños somos plaga. Quien nos iba a decir que nos íbamos a encontrar con gentucilla como esta en estos lugares alejados de la tierra que nos ha visto crecer.
Estos eran los individuos. Ana, Ricardo, Mamen y Tata (Lidia y yo).
Por fin, llegamos al collado de Pandébano. La sensación, es como en las películas en las que vienes de "lo peor" de caminar entre rocas, con barrancos y ventisca y de repente, das la vuelta a unas piedras y ves una pradera con vaquitas mugiendo cabañas con humo saliendo por las chimeneas y oyendo los sonidos del campo. Te da un alivio y una paz...
El camino hasta Bulnes, se hace através de un bosquecillo y el camino, está empedrado en algunos tramos que suelen coincidir con un arroyo que deja las piedras escurridizas. Algún turista vimos tocar el suelo.
Bulnes, es un pueblo con muy pocos habitantes, hasta hace poco, la única forma de llevar provisiones, era con un burro por el camino. Ahora, tienen un funicular que lleva el turismo hasta el mismo pueblo. Dormimos en el albergue que lleva el dueño de uno de los restaurantes. El albergue, está bastante descuidado, pero tiene camas (unas 8) y una ducha (de agua fria). Cuidado, porque el dueño del restaurante, por la tarde es posible que no esté (no los sabrás hasta el momento en el que se va). También hay una casa rural que lleva el dueño de otro restaurante que hay a la entrada del pueblo. Al final, a las ocho de la tarde, no quedaban más que el dueño de la casa rural (y el restaurante), otro montañero de Valladolid que iba dando una vuelta por los montes y nosotros. Como dice el dueño del restaurante "a las ocho esto se queda como antiguamente, en silencio".
Al día siguiente, etapa Bulnes-Cordiñanes. La salida de Bulnes, se hizo con niebla. el camino, va por la ladera de la montaña hasta la ruta del Cares.
Por fin, llegamos a la ruta del Cares. como era de esperar, nos cruzamos con mucha gente. Esta ruta, es de las más transitadas de la zona 12 Km de camino excavado en la roca. Este camino, nos llevará hasta Cain, donde comeremos.
Después de comer y descansar, echamos a andar de nuevo, viendo como la gente emprende camino de vuelta (otros 12 Km) y aliviados de no tener que volver a por el coche.
A partir de Cain, el camino, es por carretera. Se pierde el contacto con la naturaleza, pero se agradece el suelo liso ya que los kilómetros, el peso de la mochila y algún que otro exceso en forma de saltito, ha hecho que la rodilla se resienta y me he tenido que buscar un amigo que me ayude recorer los que creiamos, eran los últimos kilómetros del día.
Mirador del Tombo. No pudimos ver nada porque estaba bastante nublado, pero esto era la antesala de un merecido descanso. En la Pensión Rojo de Cordiñanes.
Última etapa, Cordiñanes-Fuente De. Aquí, también hay dos caminos. Por el canal de Asotín y la Vega de Liordes o por Posada de Valdeón. El primero, más dfícil y corto que el segundo. Un paisano, nos aconseja que no vayamos por el canal, ya que hay muchas nubes y allí, es niebla espesa. Viendo como está mi rodilla, decidimos que tiene rázón y vamos por los altos de Valdeón. La salida del pueblo, es por carretera hasta Posada. Después, es pista forestal y al final sendero.
Durante todo el camino, vamos junto a la montaña que nos separa del canal de Asotín.
Por fin, se divisa la civilización.
Final del viaje. Hemos recorrido en tres días el macizo central de los Picos de Europa.