Fotoblog de los alegres excursionistas

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sábado, octubre 28, 2006

2006-10-28 La Maliciosa y la pájara...


Tras dos semanas de una muy necesaria lluvia se presentó un fin de semana soleado que no se podía desaprovechar. Teníamos ganas de volver a la actividad senderista y desentumecer los músculos. Objetivo "La Maliciosa" (2.229m)
¿A quién avisamos? Juanma está con el costillar quebrado por una caída y además, tenían compromiso para comer y no podíamos contar tampoco con Lidia; Anatleti se había ido a Pucela, Celia también estaba recuperándose de su … trasnocheo del viernes…así que finalmente integramos la escapada María, Pablo y yo.

Me recogen en mi casa y salimos hacia el punto de inicio, el “Hotel la Barranca” cerca del pueblo de Navacerrada.

El campo ha agradecido las primeras lluvias. Los pastos, matorrales y plantas tienen un verde vivo e intenso, el río que debemos cruzar por un puente de madera en el inicio de la ruta lleva bastante agua y baja con fuerza. A medida que subimos pisamos charcos y encontramos pequeños torrentes que discurren por el camino, lo que significa que a pesar de la larga sequía estas dos semanas de lluvia han servido no sólo para que el campo se riegue y empape sino que además se ha saciado y deja correr el agua que le sobra….¡y que necesitamos para beber!

En el aparcamiento hemos dejado el coche de Pablo y a numerosos aficionados a la micología que afortunadamente para nosotros, siguen un camino distinto. Así evitaremos caminar con demasiada compañía.

No hay sombras, no hay pinos ni árbol alguno, todo es matorral y arbusto bajo, pero aunque hace sol la temperatura es agradable, no hace calor. El camino es visible y los hitos lo hacen fácil de seguir en las zonas más confusas, pero a medida que subimos el suelo se va poniendo peor. Pasamos de la arena compacta a las piedras y rocas sueltas, saltamos y brincamos más que andamos. Empiezo a notar el cansancio “demasiado pronto”, pienso, pero sigo avanzando aunque a menor ritmo que mis compañeros, voy el último y agradezco cada parada. Empiezo a ingerir alimentos: frutos secos, queso, chocolate, barritas y por supuesto agua (lo habitual) Me extraña tanta sensación de agotamiento, pienso que será la falta de forma después de varios días de relax.
A medida que hemos ido ganando altura la pendiente se ha hecho mayor. Divisamos cabras montesas en las peñas más altas, Pablo las fotografía, yo soy incapaz de fijar la vista en ellas. Sólo levantar la cabeza para buscarlas con la mirada me produce mareos. Seguimos subiendo por una ladera llena de piedras sueltas. Es fácil dar un traspiés y el bastón me sirve de apoyo imprescindible y en más de una ocasión debo poner las dos manos en el suelo.
Ralentizo al máximo mi marcha porque no me encuentro seguro, me flaquean las fuerzas. La cumbre me parece más lejana de lo que en realidad está y cada metro que consigo avanzar es una victoria. Sé que voy a llegar pero no sé como. Para colmo noto que se me duermen las yemas de los dedos de la mano izquierda y que enseguida se extiende la insensibilidad a todo la mano. Esto me preocupó bastante “No puede ser” dije para mis adentros. “Si aunque la llevo caída la estoy utilizando constantemente para apoyarme o agarrarme y evitar el resbalón”. Cierro y abro la mano varias veces, levanto el brazo y hago algunos movimientos para ver si recupero la sensibilidad, pero no lo logro, así que decido cambiar el bastón de mano y cogerlo con la mano durmiente para obligarla a despertar y que se ejercite. Afortunadamente consigo que vuelva a tener sensibilidad y continúo así hasta la cima, desde donde ya María y Pablo me daban ánimos para que continuara subiendo.

Poco disfruté de esta cumbre, sólo quería tumbarme, pero antes debía comer algo y recuperarme de esta desconocida sensación “de bajón”. Con más desgana que apetito comí un bocadillo y más reconstituyentes, pero la necesidad de estar tumbado era superior a todo, así que con la ayuda de mis compañeros/cuidadores me tumbé dejando las piernas en alto apoyadas sobre una roca. Lamentablemente no me recuperaba y estaba de seguro de que no sería capaz de bajar por donde habíamos venido así que lo más prudente era que siguiera descansado y que cuando tuviera algo de fuerza me encaminara hacia la La Bola del Mundo que era el punto más cercano y más “cómodo” para andar y llegar a la civilización.

Pablo volvió sobre nuestros pasos y bajó por la complicada ladera por donde habíamos subido para coger el coche e intentar subirlo por la pista de cemento hasta la cima de La Bola, aunque el acceso a vehículos está restringido, pero si explicaba la situación quizás pudiera subir.

María se quedó atendiéndome y haciéndome compañía. Tengo que agradecer sus ánimos, paciencia y atención, ya que fue testigo de mis “debilidades y miserias”, porque nada más incorporarme para iniciar la marcha hacía La Bola tuve la imperiosa necesidad de regurgitar todo lo que había comido… lo que me produjo un pequeño alivio dentro de mi malestar, momento que aprovechamos para empezar a andar, primero en un corto descenso del que tuve que descansar porque me temblaban las rodillas y después en ascenso hacía los “cohetes” de La Bola.

A falta de pocos metros de nuestro destino Pablo nos llamó al móvil para informarnos de que no le dejaban subir con su coche pero que subía la Cruz Roja a recogerme... Esto supuso un alivio a la vez que una sensación “no es para tanto, no estoy tan mal”. Eso de que te saque la Cruz Roja parece que da más importancia y gravedad a la situación, pero era mejor así y evitar forzar más mi “tocado” cuerpo que no era capaz de dar un paso más largo que los de “Chiquito de la Calzada”.

En el puesto de Navacerrada me hicieron un reconocimiento y todo parecía estar OK: tensión, pulso, pupilas… (ya se sabe, todo te duele hasta que llegas al médico y se te pasa).

Por lo que he leído parece ser que tuve la famosa “pájara” de los ciclistas, pero sin bici, y la causa, desarrollo y conscuencias son clavaditos...

“La Pájara ”
Afecta tanto a deportistas profesionales, como a cualquier aficionado y surge cuando la persona, antes de hacer el ejercicio, no se ha alimentado de la forma adecuada. Aparece durante la sesión de ejercicio y fuerza a abandonar la actividad. Se produce en el organismo cuando hay una hipoglucemia. Esto significa que las reservas de glucosa -azúcar- que hay en la sangre disminuyen hasta el punto de que están a punto de agotarse. Esta situación es consecuencia directa de una alimentación inadecuada, en la que no se ha consumido la cantidad suficiente de hidratos de carbono antes del ejercicio.

En el momento en que se sientan los síntomas de que se está padeciendo una pájara: agotamiento, falta total de fuerzas, incluso mareos (incapacidad para sostenerte en pie y necesidad de tumbase) se han de ingerir alimentos y bebidas que sean fáciles digerir.

Lo primero que hay que hacer ante una pájara es detener la actividad e intentar que el cuerpo vuelva a un estado de normalidad. Si no se para, la intensidad del ejercicio va a ir disminuyendo progresivamente y se pueden agravar las consecuencias. Cuando la energía se ha agotado no se puede hacer otra cosa que comer y beber. No basta con suavizar el ejercicio para reservar fuerzas.

No es infrecuente que culmine con una vomitona. Aunque parezca extraño, muchas veces el hecho de vomitar hace que, de repente, te sientas mejor.Horas después, ya recuperado, sigues sintiendo un peculiar dolor de cabeza y un profundo cansancio corporal. Los metabolitos de la pájara también aparecen en la orina, que se vuelve muy concentrada.

Zumo de frutas, barritas energéticas, chocolate, frutas desecadas, etc. han de acompañar siempre a cualquier deportista. Estos alimentos contienen azúcares que el organismo absorbe rápidamente, y se logra evitar la hipoglucemia extrema. También se pueden tomar bebidas isotónicas que aceleran la recuperación. Estas bebidas contienen azúcares, sales minerales y gran cantidad de líquido, por lo que ayudan a reponer rápidamente el agua y los minerales que se han perdido a través del sudor.
Para que no sobrevenga una pájara es importante que antes de realizar ejercicio se consuman alimentos ricos en hidratos de carbono complejos, como son pasta, arroz, patatas, pan, cereales en copos o galletas, y frutas como el plátano.


Fdo. Antonio.