Fotoblog de los alegres excursionistas

Fundado en noviembre de 2005 ¡Celebrando los 10 años desde nuestro último post...!!!

sábado, octubre 24, 2009

2009-10-24 Monasterio del Paular - Pto. de la Morcuera - Alameda del Valle


Quinto fin de semana consecutivo de madrugón para volver a disfrutar de la bici y e intentar recuperar la forma y afición perdida.
Hemos quedado a las 9.30 en el Monasterio de El Paular, junto a Rascafría, y toca levantarse pronto, son unos 70 km para mí (subiendo y bajando el puerto de Navacerrada y Cotos) y unos 90km para Juanma por la A-1, hasta llegar al punto de encuentro.
Amanece con cielo azul sin nubes, indicativo de bajas temperaturas, pero aún así no parece que haga falta el kit completo de invierno. A medida que subo por la carretera hacia el primer puerto, la niebla va haciendo acto de presencia y, cuanto más subo, más espesa es. Se forma caravana de coches, se ralentiza la marcha, luces antiniebla y los cristales empiezan a empañarse, debo poner la calefacción. Afortunadamente, los más lentos se apartan en la cima y puedo continuar tranquilamente. Pasado el Pto. de Cotos, la neblina va desapareciendo según pierdo altura y según va levantándose el sol. Con los primeros rayos y el rocío, el campo está espectacular.
Nos encontramos puntualmente en el parking del Monasterio. Mientras hablamos del frío matutino, el madrugón y el plantón de un tercer participante que al final nos falló, vamos sacando las bicis y pertrechándonos. Desde mí vuelta a la bici, días atrás, Juanma me estaba hablando de esta ruta… y era algo así como la prueba de fuego para considerar mi reenganche a este mundo como “completado”.
Cruzamos el “Puente del Perdón”, pasamos las piscinas naturales de “Las Presillas” y dejamos atrás el camino que lleva hacía la “Cascada del Purgatorio”. Seguimos en ascenso por la pista forestal, entre los típicos altos pinos de reforestación; pronto nos sobran las prendas de abrigo a pesar de ir por la ladera de sombra aunque, cuando paramos, debemos buscar las zonas soleadas para mantener el calor.
Hacemos una primera cima y debemos volver a abrigarnos para una bajada que, aunque se agradece, no deja de ser el preámbulo de una nueva subida…¡con lo bien que se me dan!
Juanma sigue “tan fresco”, liderando la etapa y marcando ritmo (el suyo). Vemos un refugio y un vivero que resultó ser un “aula de naturaleza”.
Me alivia y anima ver por el GPS que no nos queda mucha más altura por alcanzar. Empiezan a aparecer senderistas micológicos, con más ganas e ilusión que boletus en sus cestas de mimbre. Uno, dos, cuatro, diez, cuarenta… ¡autobuses completos!
Con esta compañía llegamos al Refugio de la Morcuera. Avituallamiento y descanso, para a continuación tomar brevemente la carretera M-611 (¡que frió hace en la bajada!), hasta tomar una nueva salida por pista forestal, donde toca subir el último repecho, antes de la bajada definitiva (¡por fin! )
Nos preparamos: ropa de abrigo, guantes de invierno, muñequera para reforzar la articulación (viene muy bien para los botes y rebotes del camino), un tentempié y…¡para abajo!
La pista, aunque es ancha y el firme parece bueno, está cubierta de pinocha y hojas de roble que tapan y ocultan cualquier bache, piedra o rama, así que hay debemos ir con más cuidado del habitual.
A gran velocidad alcanzamos el Refugio Majada del Cojo. Avanzamos un poco y nos salimos de la pista más marcada y limpia para adentrarnos en otra más abandonada e irregular, pero mucho más bonita y espectacular. Aquí se acabó la velocidad, ahora tocaba un descenso duro, de resistencia, reflejos, cierta técnica y paciencia, porque el camino era un pedregal imposible en algunos tramos…(¿imposible? ¡Ja!, eso es lo que yo creía hasta que Juanma me dijo que él había subido por ahí,sin bajarse de la bici…y lo peor es que es cierto)
Hay que esquivar pedruscos, troncos, y tremendos excrementos de vaca y, además, evitar caerse por el barranco. La amortiguación es insuficiente y las muñecas se resienten de tanto trabajo. Tras algún que otro sustillo y, de nuevo con velocidad, atravesamos la llanura que nos llevará hasta Alameda del Valle, no sin antes cruzar un puente sobre el Lozoya.
Desde aquí y por un carril bici rural, tras 5km más, alcanzaremos de nuevo Rascafría y los coches.

domingo, octubre 18, 2009

2009-10-18 Las Zetas de la Pedriza... otra vez


Puede que sea una de las rutas que más veces hemos hecho. Revisando la hemeroteca doméstica tengo registradas al menos otras tres veces más: 17/07/05, el 2/09/06 y el 19/01/08, así que con esta ya van cuatro. Podríamos decir por ello que es la “clásica”, ya que, si exceptuamos 2007, la hemos hecho una vez al año en los últimos 5.

¡Qué tiempos aquellos, en los que venía Lidia y todo...y que pintas teniamos!, aunque ¿muy distintas a las de ahora? (Fotos de julio 2005, no teniamos ni el blog)


Quizás hayamos repetido tanto porque siempre sorprende: quizas por su paisaje y las vistas de Madrid, o puede que por su dureza cuando estas fuera de forma y sirve para “probarse”, o también por su cercanía a a la capital, pero sobre todo por su estupenda bajada final…
Además la hemos hecho en ambos sentidos, y también con calor en verano y frío en invierno, incluso con nieve y hielo. Siempre sorprende.
A las 8.30 estamos citados Juanma, su amigo José Carlos y yo, en último aparcamiento al que se puede llegar en la Pedriza, siguiendo la carretera asfaltada. Ahí empieza la ruta, pasando bajo la barrera que impide el paso de coches. Amanece un día azul, sin una sola nube y con una atmósfera impoluta. “Ha merecido la pena el madrugón”, pienso para mis adentros, hasta que salgo del coche “de corto” y noto el tremendo frío que hace, 2 o 3 grados sobre cero.
Hay que ponerse en marcha cuanto antes porque sólo uno viene con ropa de invierno y sabemos que la única manera de quitarse la tiritona, es poniéndose a pedalear cuesta arriba… ahí se quitarán todos los temblores.
Los más preparados van delante, yo voy en la retaguardia, con la mirada fija en el suelo un par de metros por delante de la bici y dándome ánimos para vencer la pendiente (¡qué mal subo!).
De vez en cuando alguna parada para reagruparnos, pero cuando volvemos al camino, enseguida se distancian… ¡y encima charlando!.
En el comedero de buitres, deciden subir a La Nava: ¡ea! Unos kilómetros más por gusto para el cuerpo. Yo, que voy justito, me quedo disfrutando y del avituallamiento y de las vistas. En días tan claros como estos, la línea del horizonte está más lejos de lo habitual.
Juntos de nuevo comprobamos que la pista ha sido arreglada y mejorada. La última vez había tramos bastante rotos y descarnados por el agua.
En el Collado de los Pastores nos tomamos el obligado descanso para disfrutar nuevamente de las vistas (aunque ya aparece alguna nube) y nuestros alimentos, sabiendo que ahora llega lo mejor ¡la bajada! , la gran recompensa. Velocidad de vértigo y curvas en “zeta”, además de piedras y grietas, que te obligan a estar alerta a pesar de ir por una pista ancha y bastante limpia.

sábado, octubre 03, 2009

2009-10-03 Las Rozas - Pantano de Valmayor: 35 km



Aunque en teoría íbamos hacer una ruta, por una confusión acabamos haciendo otra algo diferente… es lo que tiene encomendar a un padre primerizo el que se descargue la ruta en el GPS. Con las prisas, los pañales y los biberones, acaban descargando “la que no es”. (Menos mal que a la niña la dejó en casa y no la confundió con ninguno de los archiperres ciclistas)
Inicio de la etapa cerca de casa, en ascenso, como en los viejos tiempos. Se me hace un poco duro el principio, pero supongo que será la falta de forma.
Juanma, como va sobrado, me da conversación; y yo, como un incauto, caigo en su trampa, hasta que veo que, como un globo, mis energías se van escapando. Decido callar para no morir como el pez.
Una pequeña bajada me anima, pero es “un espejismo”. De nuevo hacia arriba, y ¡más arriba!; subo un importante repecho con gran dificultad, pero concentrado en seguir pedaleando y no rendirme.."¡Uff! ¡Toma!, ¡prueba superada! ¡Estoy arriba!"; aunque exhausto "lo he conseguido", pienso para mis adentros intentando animarme… pero pasada la siguiente curva, el camino se vuelve a levantar por encima de nuestras cabezas, y tomo conciencia de la dura realidad: ¿arriba? ¡JA!, eso era sólo es el principio.

Dos rampas de fuerte pendiente surgen frente a nosotros. La peor la última. Las piedras sueltas y su inclinación son un trago difícil de pasar… pero ¡lo conseguimos!
No voy a contar que en la cima el “Sr. Del Mazo”, que debe habitar entre los arboles de esta colina, me dejó su tarjeta de visita y durante un buen rato estuve tan grogui como un sparring de Mike Tyson, y sólo faltaba… ¡toda la etapa! (En los primeros 5km había gastado todas mis energías y ya iba tocado para el resto).
Afortunadamente el resto del camino fue más llano y por lo tanto llevadero. Poco a poco fui recuperando el ritmo y el pulso habitual. Llegamos a Colmenajero y al pantano de Valmayor. Después como la ruta, aunque es circular, comparte el tramo inicial, pude resarcirme y llevarme un buen sabor de boca, porque bajamos las infernales cuestas del principio: no importa que te vuelvan a doler las muñecas con tanto bache y piedra, ni que te puedas caer, ni que pinches la rueda… bajar es la gran gozada