2009-11-07 Miraflores de la Sierra - Pto. de la Morcuera

Esta ruta la había intentado Juanma el fin de semana anterior con otro amigo suyo pero, por error en la carga de la ruta del GPS, no la pudieron terminar y tuvieron que darse la vuelta por el mismo camino.

A pesar del temible parte meteorológico, el día amanece despejado y sin una nube en el horizonte, por lo que me dejo el impermeable en casa… aunque me llevo toda la ropa de abrigo (estrenamos temporada de pantalón largo,windstopper, guantes, orejeras, cuello)
Pocos minutos antes de la hora fijada, las 9.30, ya estamos los dos en el punto de encuentro: la estación de tren de Miraflores de la Sierra.
Con las primeras pedaladas descubrimos que el viento sopla con una fuerza que nos impide progresar como quisiéramos. No recordábamos un día igual de viento. En las zonas de campo abierto, las rachas de viento lateral nos llevan de un lado a otro continuamente. Esto nos dio más de un susto y apunto estuvimos de acabar en la cuneta.
La fuerza es tal, que no sólo llanear cuesta, sino que incluso en las pequeñas bajadas…¡la bici se para! (es más fuerte el viento que la fuerza de la gravedad).
Más cansados de lo habitual, debido al sobreesfuerzo de luchar contra el viento, conseguimos llegar a la zona boscosa que lleva hacia la Hoya de San Blas. Aquí, protegidos por los altísimos pinos, ya podremos enfrentarnos únicamente a un solo enemigo: la pendiente.
Rodamos por una pista muy sombreada y que están arreglando con maquinaria pesada. No está nada mal.

Salimos del bosque y, levantando la mirada, divisamos frente a nosotros la carretera M-611. Para llegar hasta ella y hacer los últimos km hasta el Pto. de La Morcuera, deberemos volver a salir a campo abierto. El viento nos sacude de nuevo en este ascenso, pero conseguimos enlazar con el asfalto.
Afortunadamente hay pocos coches, aunque el viento lateral vuelve a darnos más de un susto. Juanma se escapa y yo le dejo… no porque no tuviera fuerzas para seguir su ritmo, sino porque prefería fijarme en lo bien que está pintada la línea blanca que delimita el ¿arcén? (bueno, si lo hubiera)
Al fin, con un penoso pedalear, llego hasta donde está Juanma esperándome, protegido por el talud de la carretera, justo a la altura del aparcamiento que hay antes de la cima. Salir de este pequeño refugio montados sobre la bici se hace imposible. Intentamos caminar junto con la bici, pero sigue siendo difícil. El aire levanta la bici a su antojo y andar se hace costoso. Sólo puedo asemejarlo a la ventisca que alguna vez sopla en las estaciones de esquí y que lleva aparejado su cierre “por fuerte viento”.



Yo abandono la bici, encajándola bajo un contenedor de hierro para que no salga volando, y caminamos los últimos 50 m hacia los carteles que indican el puerto para hacernos la foto de rigor.
Si tardamos 5’ más hubiera sido imposible, porque en un momento empezó a llover y luego a granizar de costado…¡pies para que os quiero! Volvemos al aparcamiento y nos juntamos con otros ciclistas que, al igual que nosotros, se han visto sorprendidos por el temporal. Todos estamos de acuerdo en que no es posible cruzar el puerto. Esto nos lo confirman dos osados que, sorprendentemente, habían conseguido pasarlo minutos antes y habían avanzado un par de km, pero que la fuerza del viento y el agua era tal, que se habían visto obligados a volver sobre sus pasos.
Viendo lo mal que se ponía la cosa todos enfilamos el camino de vuelta, con frío en las manos (algunos también en las piernas), y mojándonos porque la lluvia hizo acto de presencia. Desechamos la carretera que nos hubiera dejado comoda y directamente en Miraflores y volvimos por la pista forestal, por eso de ser fieles a la tradición de evitar en lo posible el asfalto. A cambio encontramos barro, charcos, piedras resbaladizas y unos frenos que, empapados, no podrían cumplir su misión en caso de necesidad.
Menos que la lluvia fue intermitente y al final llegamos al punto de origen con sol y… arco iris.
(32km)

Juanma quiere volver a intentarlo…¿a la tercera irá la vencida?