Fotoblog de los alegres excursionistas

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lunes, junio 09, 2008

2008-06-08 Anillo Verde Ciclista

Más de tres meses después de la útima ruta ciclista, ayer volvimos a reengancharnos al mundo de las dos ruedas. No sé si será la definitiva, porque va a ser verdad que las bicicletas son para el verano, y con tanta lluvia estas semanas, parece que el verano no va a llegar jamás. Pero no pasa nada, no? Cuántas veces se retiró el gran Curro Romero hasta que realmente dejé de torear?

En esta ocasión, elegimos el Anillo Verde Ciclista que rodea Madrid como testigo de nuestra lamentable forma física. 66km de carril bici, sin demasiados desniveles, pero con infinidad de cruces, semáforos, pasos de cebra, rotondas, pasarelas, etc.

Para la ocasión nos habíamos comprometido, Antonio, Justin y yo,a estar a las 9:30 en la plaza de Legazpi, para empezar la ruta en el Parque del Manzanares en el sentido contrario a las agujas del reloj. Cosas del lenguaje, Justin pensó que la cita era a las 9:00, y para cuando llegamos Antonio y yo, a las 9:35, él ya se había vuelto a casa. Pero en 20 minutos, durante los cuales yo aproveché para desayunar una segunda vez en la cafetería de la alianza de civilizaciones, estaba de vuelta en Legazpi, y pudimos iniciar la marcha.

A kilómetro y medio de haber enganchado con el carril, mientras pasamos por una zona algo chabolística e inquietante, Justin me avisa de que mi rueda trasera está en el suelo. Genial, primer pinchazo. Entramos en boxes, y mientras yo esmontaba mi rueda, el propio Justin vió como la rueda trasera de su bici estaba plana. Dos pinchazos por uno, oferta del día.

Solucionados los problemas mecánicos, sobre las 11:00, reiniciamos la marcha, ya con el cielo gris amenazante, y un aire de cara que hace duro el pedaleo. Por el camino nos damos cuenta de la cantidad de gente que circula por el anillo, tanto en bici como andando o corriendo, o paseando al perro o a los niños. También vamos conociendo lugares por los que nunca antes habíamos pasado, salvo a una cierta distancia, conduciendo por la M40. Vamos enlazando parques, con campos de futbol, con más parques, polideportivos... Al llegar al extremo norte e la ruta, empieza a chispear, y a pesar de que se está haciendo la hora de comer, decidimos continuar hasta la Casa de Campo mientras la lluvia no pasara a mayores.

Y así llegamos al merecido avituallamiento y descanso en el Restaurante Urogallo, a orillas el lago, donde unas bebidas acompañadas de tapita de paella, pincho de tortilla y bocata de lomo con queso, hacen olvidar por unos minutos la sobrecarga muscular que llevamos en las piernas. Pero sólo hasta que volvemos a depositar nuestras magulladas nalgas sobre el mortificador sillín para seguir camino y completar la ruta. Jamás me he sentido tan cercano a los mandriles del Zoo, y no refiero a la distancia física que nos separa en esos momentos. Justin se separa para volver a su casa e irse a escalar por la tarde. Yo como mucho trataré de escalar hasta mi sofá para no moverme de él en toda la tarde.

Afortunadamente, la útima parte de la ruta es favorable, y nos permite estar de vuelta en el punto de partida pasadas las 16:00.