Fotoblog de los alegres excursionistas

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sábado, septiembre 09, 2006

2006-09-09 Colmenar de la Sierra


A esta invitaba Juanma. Superlidita, como ya le conoce, se buscó plan nocturno el viernes para tener coartada, y no se apuntó. Antonio y yo, mucho más inocentes, nos dejamos convencer ya tarde, de noche, distraídos mientras degustábamos una deliciosa carne a la piedra.

El día D, ya lo sabéis. La hora H, las 8:30. 46 Km de ruta (según Juanma) nos esperan. El desembarco, en la playa de Montejo de la Sierra. Como me levanto a las 6:30, llego puntual, por una vez, y me pongo a dormitar mientras llegan Juanma y Antonio, por este orden. Una vez reunidos, seguimos camino hacia el Puerto de la Hiruela (1.478 m), y tras bajarlo, hacia Colmenar de la Sierra. En total, más de 100km desde Madrid. A las 9:30 aparcamos en la cuneta de una pista forestal, y comenzamos los preparativos: cambiar ruedas pinchadas, hinchar las desinfladas, localizar los satélites del GPS, engrasar cadenas y horquillas…

Salida neutralizada cerca de las 10:00. Llevo ya tres horas y media despierto…

La ruta que Juanma nos tiene preparada comienza bien, cuesta abajo, entre robles y pinos. La pista está en perfecto estado. El paisaje invita a disfrutar de un buen día de bici. Pero el frío mañanero, y el comentario de “verás a la vuelta cuando haya que subir esto”, me hielan la sangre. Tras una breve y divertida bajada, se inicia la subida hasta el punto más alto de la ruta, en el Km 10. El sol ya empieza a apretar, y al parecer no hay fuentes en todo el camino. Afortunadamente hoy me he traído los dos botes hasta arriba de Aquarius.

Tras una estupenda bajada de casi 10 Km, llegamos a un tramo casi plano, y otra ligera bajada que nos deja en el Km 22, al pie de una subida que nos llevará hasta el 25.

En ese momento, y en vista de que la presa del Vado no se ve por ningún lado, empiezan los comentarios ofensivos hacia Domingo Pliego y su cuentakilómetros. Y por qué no decirlo, hacia Juanma también. Según el GPS, aún quedan unos 8 o 9 Km hasta llegar al final de la ruta, lo que convertirá los originales 46, en 64. Vamos, como si nuestro guía de hoy, hubiera visto la distancia del recorrido en un espejo. Si ya vamos mal concienciados para afrontar los 46, imaginad para 64…

Lo malo no son los 8 Km que quedan, que desde el 25 son todos cuesta abajo, si no deshacer el camino hecho. A eso de las 12:30 divisamos el pantano, y minutos más tarde llegamos a la presa y poblado de El Vado.



Saltamos una valla que marca el límite habitual de las aguas, y bajamos hasta la orilla para darnos el bañito institucional.

Esta no va a ser la última vez que nos mojemos hoy. Una vez refrescados, comemos algo a la sombra de unos pinos, e iniciamos el camino de vuelta. Tenemos 32 Km a pleno sol por delante, muy pocos víveres y casi nada de agua. La tarde promete.

Comenzamos a pedalear con más ánimo que fuerzas. Las nubes, cada vez más oscuras, y el viento, cada vez más fuerte, avisan de lluvia cercana. Al principio no nos hace mucha gracia, lo que hace que vayamos ligeros, dentro de nuestras ya justitas posibilidades. Pero superada la primera subida, y al iniciar la más larga del recorrido, resulta providencial que las nubes nos protejan del peor sol del día. Y poco después, empieza a llover. La temperatura baja unos 15 ºC en cuestión de minutos, lo que contribuye a castigar aun más nuestras maltrechas piernas. Conseguimos llegar más o menos agrupados al pueblo de La Vereda, donde nos planteamos refugiarnos de la tormenta un rato, pero decidimos seguir.


Juanma en seguida nos deja atrás, y Antonio y yo nos hacemos compañía a un más que penoso ritmo. La subida que aun queda es larga, afortunadamente de pendiente constante, pero la falta de fuerzas y comida, el dolor de culo y la sucesión continua de curvas tras las cuales no aparece nunca la cima, la hace eterna. Es tremendo cómo se pierde la forma en cuanto te abandonas… Esto no habría sido más que una chinita en nuestro camino pirenaico!

Tras la última curva, diviso a Juanma en plan vigía, en lo alto de unas rocas, esperando nuestra llegada. De nuevo reagrupado el pelotón, iniciamos descenso rápido y divertido hasta el cauce del Jarama. El paisaje que nos rodea ha cambiado completamente con la lluvia. A la ida, estaba todo polvoriento, las hojas de los árboles y helechos sin brillo… Con la lluvia, todo parece haber vuelto a la vida, y el contraste de la tierra roja de la pista con el verde brillante de las frondes que tapizan el sotobosque, es un verdadero espectáculo de luz y color. Y como despedida, otro kilometrito de subida hasta el cruce donde están los coches.

De vuelta a Madrid, parada obligada en Montejo, para cazar al vuelo unos cojonudos, unas mini-magdalenas rellenas de chocolate, naranja, manzana, etc, en la pastelería más típica del pueblo, y rellenar los botes con agua de la fuente, para aguantar los 87 kms que aun faltan hasta llegar a Madrid.

Fdo.: Pablo.