Nueva "aventura" de los alegres excursionistas...
Después de lucharlo mucho, conseguí que mis queridos compañeros de juegos, me acompañasen en esta pequeña aventura. Ya no me hablan.
Esta vez, la ruta era de 50 Km. Íbamos dispuestos a estar todo el día. Las previsiones de tiempo, eran que iba a estar nublado y por la tarde, quizá, cayese algún chubasco. Ciertamente, amaneció nublado.
Quedamos a las 10 am. en El Atazar. A la hora convenida, estabamos allí Lidia, Pablo y yo. Como parecía que Antonio no llegaba, decidimos tomar un café.
La aventura comienza. Hay que buscar un bar en el pueblo. Efectivamente, lo había pero aparentemente, no estaba abierto. Error, si lo estaba, pero hay que estar fuerte para saberlo. Mientras esperabamos a Antonio tomamos un Cola-Cao y unos cafés. Cuando llegó el último le hizo un comentario al camarero sobre su abuelo y la presa, y el hombre, con pasión desatada, nos contó que era el jefe de mantenimiento de la presa y otras 2 ó 3 más.Nos habló de los 8 Km, de galerías dentro y fuera de ella, de los más de 7.000 puntos de control, y demás cosas que merecerían verlas in situ.
Pero no estabamos este día allí para eso. A las 11 salimos con ilusión hacia el infierno blanco.
La cota máxima de esta ruta, está en 1.600 Metros y alguien me comentó, que a partir de los 1.200 ya había nieve. Mariconadas. Somos hombres o qué...La ruta empezaba con una cómoda cuesta abajo desde los 990 Metros. En seguida, venía una larga subida de 25 Km hacia los 1.600 metros. Y, a partir de aquí, había otra bajada de 25 Km.
Acababamos de empezar, estabamos frescos y contentos y además, había salido el sol. No sabíamos la que nos esperaba.
Las cumbres, se veían a lo lejos cubertas con nieve. Pero no parecía preocupante...
Llegamos a la nieve y vimos que no era para tanto. Tras un corto debate, decidimos que parecía que la nieve no era tanta y además, después de la ruta por Cotos, estabamos acostumbrados a esto y había unas rodadas que permitían la circulación.
La alegría nos inundó y algunos celebraron la llegada de las nieves. (¡¡¡Cucarachas!!!)
Dejamos el patinaje y seguimos la ruta. Llegó un momento, en el que las rodadas seguian, pero se hacía difícil continuar. Ya que cuando la rueda de la bici daba en uno de los lados del carrilito, era fácil perder el equilibrio, con lo que al final, acabamos andando sobre la nieve.
La cosa empezaba a ponerse "chunga". La nieve no desaparecía y el día se iba acabando. Llegó un momento, que la ruta, ya no se podía seguir. Iba más hacia arriba y en el camino, no había huellas. Al final, nos olvidamos de los mapas y intentamos bajar a un pueblo que había cerca: La Pebla de la Sierra.
El pueblo, estaba al final de una cuesta hacia abajo asfaltada. Esta cuesta, lejos de reconfortarnos, nos "golpeó" más. Los pies y las manos mojadas bajando a 40 hicieron mala combinación y nos dejaron las extremidades al borde de la congelación a Lidia y a mí.
(Antonio:Quedó demostrado que el windstopper es muy eficaz en estas condiciones "extremas". Pablo y yo que ibamos estrenando prendas ad hoc no sufrimos tanto frio en el descenso)En este lugar, sólo había un bar en la plaza del ayuntamiento.
No servía comidas, no tenía calefacción, no tenía taxis. Mientras Lidia y yo intentabamos recuperar los pies, Pablo y Antonio, fueron a buscar algo para comer y transporte para ir a por los coches. Consiguieron dos bocadillos de tortilla que, después de estar todo el día sin comer, sobreviviendo con barritas energéticas, nos supieron a gloria. Del coche, intentaron que un paisano nos bajase al pueblo, y después de hacerse rogar, nos comunicó amablemente, que no iba a bajar al Atazar.
Empezamos a barajar otras posibilidades. Al final, decidimos llamar a Celia para que nos vieniese a buscar. Tardaron cerca de hora y media en llegar. Nos llevaron a los coches y después volvimos donde estaban los otros.
Así contado, parece que aquí acaba la historia. Pero no podía ser tan facil. Ir al Atazar, nos costó más de una hora. Y volver también una hora. Mientras, los otros, se comían las uñas en el bar del pueblo del infierno. Al final, en el bar, confesaron que tenían embutido sin pan. Pidieron unos vinos para ver si ponía el embutido y fué que no. Se tuvieron que tomar el vino a palo seco. Al final, recoger los coches y las bicis y volver a a casa.
Lo mejor, el rescate de la amiga Celia,Tata, Nieves y Juanchu.
Lo peor. Podría haber sido la ruta, o la sin duda nieve, pero no, lo peor fue el bar de La Puebla de la Sierra.
Agradecimientos.
Al dueño del bar El Atazar. En El Atazar. Me comentó, cuando volvimos a el Atazar, que ya estaba preocupado al ver que no volvíamos. Estamos seguros de que si no hubiesemos vuelto, habría llamado a la Guardia Civil. Además de la simpatía y cercanía. A mil años luz del trato recibido por La Puebla de la Sierra.
A Celia, Nieves, Tata y Juanchu por el rescate. Les estropeamos el Sábado por la tarde. Os debemos una y muy gorda. Gracias.