2008-01-19 La Pedriza, una vez más.
Qué mejor escenario para la vuelta in vivo al mundo ciclista que la ruta circular por La Pedriza, tras las dos jornadas de prácticas in vitro de la Casa de Campo. Con los ánimos mucho más altos que las energías, Juanma, Antonio y yo quedamos a las 9:30 en el aparcamiento del fondo, donde siempre, o en el de los restaurantes (¿Juanma?). Lidia prefiere quedarse en brazos de Morfeo, pero es curioso, qué poco cuesta madrugar cuando es para hacer algo distinto a ir a trabajar. Además el día acompaña: cielo raso impoluto y un sol radiante que ayudará a resistir mejor los 4ºC de la fría mañana.
Lo que no acompaña es la logística: los asientos de atrás de mi coche han dejado misteriosamente de ser abatibles, por lo que tengo que pelearme con él durante más de media hora hasta que consigo sentar la bici en la parte de atrás, e iniciar el viaje.
Finalmente a las 10:00 llego al parking de siempre, y compruebo con cierta intranquilidad que soy el primero en llegar. Además, sin cobertura de móvil, imposible comprobar si me he equivocado de día, de parking, de Pedriza, o qué. Pero en seguida llega Antonio al rescate: parking erróneo. Retrocedemos hasta el de los resaurantes, y allí nos reunimos con Juanma. Tras el ritual preparativo de rigor, iniciamos la marcha a eso de las 10:20.
Decidimos hacer la reuta en el sentido contrio al habitual (igual que el parking), así que afrontamos con ganas las primeras rampas de los 18kms de subida que nos esperan. A los pocos metros ya sobra la ropa de abrigo, primera paradita para guardar la braga, abrir los cortavientos, comer los primeros mazapanes/huesitos/barritas, y seguir la marcha. A los pocos kilómetros, paradita y excursión a pie hasta una recóndita poza con cascada, a la que habrá que volver en verano para cumplir con el ritual del baño.
Nos encontramos bien, conocer la ruta ayuda a ir regulando las fuerzas, que poco a poco nos van abandonando, a medida que nos pasan grupos de ciclistas más preparados. Desde uno de los cerros del camino, aprovechamos para disfrutar del paisaje espacial que hay mirando hacia Madrid: las nuevas torres de la Ciudad Deportiva, las Kio, el pirulí asomando entre las nubes bajas de la mañana, mientras los buitres sobrevuelan el comedero que tienen a escasos metros de nosotros, rociado de restos de esqueletos de animales varios en distintos grados de descomposción.
Seguimos la ascensión tras un largo y placentero parón de casi media hora, que corta el ritmo un poco. Los últimos 3 kms de ascencsión, señalados por las primeras manchas de nieve en el camino, son los que nos van a terminar de fundir. Precisamente porque a partir de los 1500m de altura, la nieve se hace presente a lo ancho y largo de casi toda la pista, haciendo prácticamente imposible que las ruedas traccionen. Ni Juanma se libra de hacer gran parte del último tramo de la ascensión a pie. Con los pies calados, llegamos a la última rampa, que asciende por la umbría hasta el pico que marca el inicio de los 12kms de bajada vertiginosa. En ella pasamos de la nieve primavera, al hielo puro y duro. 300m de subida sobre nieve dura y hielo, más resbaladizo que un espejo mojado, prueban ser más asequibles que pedalear por la nieve. Una experiencia más de ciclismo en condiciones extremas. ¡Y esta vez no hubo que pedir socorro a Juanchu! Conseguimos coronar el pico a eso de las 14:40.
Después, coser y cantar: agarrar el manillar muy fuerte, y no parar hasta la barrera que corta el paso a los coches, a pocos metros de donde dejamos los nuestros. 20 minutos de subidón de adrenalina, velocidades cercanas a los 50km/h, chicanes artificiales entre restos de poda, apuradas de frenada muy apuradas, hielo en plena curva, y barro hasta en el cielo de la boca. Es decir, lo que te hace olvidar la penuria del ascenso, y querer volver a repetir la semana siguiente.
Fdo.: Pablo
1 Comments:
Esta ruta siempre me resulta engañosa, siempre se me atraviesa la subida,creo que es más corta de lo que realmente es y siempre me llevo menos comida de la necesaria. En consecuencia siempre me da alguna pajara. Seguramente el disfrute de la espectacular bajada me hace olvidar el calvario anterior.
No esperabamos tanta nieve. Queda pendiente localizar la ilocalizable poza.
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