Fotoblog de los alegres excursionistas

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miércoles, noviembre 02, 2005

2005-11-01 El Atazar

Cuando casi estaba finalizada la temporada, decidimos irnos a montar en bici, Antonio, Juanma, y yo. Superlidita seguía tratando de echar los pies por la boca, y causó baja (queda convenientemente registrado en su historial). Había amanecido completamente nublado, como para llover a mares el día entero. La noche anterior habíamos quedado a las 9:00 en mi casa, pero si hacía malo, se abortaba la misión. El caso es que yo me desperté, ví como estaba el cielo, y me volví a dormir. Total que a las 9:05 me llama mi primo: "Bajas?". Uppss... El caso es que salté de la cama, me enfundé culotte, maillot, casco, guantes, agarré la bici, tres plátanos, y salí da casa a las 9:22. Total, que salimos dirección Torrelaguna y paramos en una gasolinera a desayunar algo. La ruta empezaba en Alpedrete de la Sierra, al entrar en Guadalajara por la carretera de Patones. Unos 25km y 3,5 horas. Parecía muy dura...

Como casi siempre en nuestras rutas, tras una bajada inicial que nos sirvió para enfriarnos más de lo que ya estábamos (hacía unos 10ºC), había que subir 15km seguidos, y pronto quedó en evidencia la baja forma física de la que hacemos gala (al menos servidor). A la velocidad de ascenso, no más de 6 o 7 km/h, nos dio tiempo a ir de setas.
La Macrolepiota procera resulta que es una de las setas comestibles más suculentas que se da en la meseta. Vamos, de Guía Michelin. Y nosotros estuvimos al ladito, pensando que era venenosa... ¿Cómo no nos fijamos antes en esta toma cenital? Hay que ver, lo sabia que es la naturaleza, como con sus parecidos razonables, ya te indica que es comestible.



















A nuestro ritmo, piano piano, superábamos las duras rampas por las que nos guiaba Juanma, como si el fuera en moto y nosotros en bici con alforjas. Tuve mi primer encuentro con el suelo gracias a los pedales automáticos. Afortunadamente estaba parado, y la camelback se llevó gran parte del golpe.




















Llegamos a lo más alto de nuestra ruta, metidos en la niebla hasta la cintura. Pero seguía sin llover, que era lo importante.


















Por fin, llega el momento de ponerse los periódicos en el pecho, y lanzarse cuesta abajo a tumba abierta. De eso no hay fotos porque a 57km/h no es sana la afición por la fotografía. Espectacular bajada entre pinares, robledales, jarales, cruzando riachuelos, charcos y troncos, una oportunidad inmejorable para limpiar la imagen de mis Hutchinson Scorpion "especiales para barro". Y casi lo lograron...

Como masocas que somos, al llegar al fondo de un valle, divisamos el "asentamiento" de El Atazar, y claro, decidimos subir otro kilometrito, porque nos sabía a poco lo que ya llevábamos entre pecho y espalda. Al menos el ascenso mereció la pena, no tanto por la "iglesia" de la Plaza de la Constitución, si no por la ración de jamoncito y queso que nos tomamos en "el bar", sitiado por los moteros.


















Ahora había que volver al punto de partida. Sí, porque aunque no lo sabíamos, la ruta que estábamos haciendo era lineal, y acababa ahí. Estas cosas pasan por no leer la letra pequeña de la ruta. Total que atajando, en dirección a Alpedrete, sólo hicimos otros 12km (4,5 hrs). Pero claro, la fiesta no era completa sin la nueva actuación estelar de mis amigas las Hutchinson, sobre todo la de atrás. Nuevo llantazo, calcado al de la última etapa del camino de Santiago.













En fin, a pesar de las cubiertas, una pena que la temporada ciclista esté tocando a su fin. Snif, snif...